martes, 6 de diciembre de 2016

Córdoba la Vieja: la Madinat al-Zahra olvidada.

Foto: Paco Muñoz
En la entrada anterior os anunciaba la publicación del estudio que realicé con Martín Torres Márquez sobre el territorio de Madinat al-Zahra desde la conquista cristiana de 1236 hasta la actualidad (información sobre la edición aquí). Por diferentes razones, hasta ahora me ha faltado tiempo para contar un poco más de qué va este libro y por qué se ha publicado.

Madinat al-Zahra fue una ciudad creada en la falda de la sierra cordobesa por Abd al-Rahman III y al-Hakam II en el siglo X como nueva sede del poder califal. En el solar que ocupaba se realizan estudios arqueológicos desde hace un siglo, así es que ¿qué sentido tiene estudiar este territorio entre los siglos XIII y XXI? Pues una de las finalidades iniciales del trabajo, antes de convertirse en libro, fue precisamente la de servir de apoyo a las investigaciones arqueológicas realizadas en este entorno. Porque en la excavación hallaremos restos materiales que nos permiten acercarnos a la realidad de la ciudad del siglo X. Una realidad que contrasta claramente con el paisaje conservado hasta la actualidad. Y conocer cuál ha sido la evolución de este paisaje nos ayuda no sólo a reconstruir de forma más completa la historia de este espacio, sino incluso a interpretar correctamente algunos datos dispersos que podemos obtener en la excavación.

Por lo tanto, era interesante intentar reconstruir la historia de los últimos ocho siglos del espacio ligado en época califal a Medina Azahara. Pero la tarea no era nada fácil. Hasta el momento, sólo el monasterio de San Jerónimo había recibido la atención de los investigadores, y sobre las ruinas de la ciudad califal se repetían una y otra vez vagas referencias a su arrasamiento total durante la fitna (guerra civil) del siglo XI, rematado al verse convertida en cantera pública durante la Baja Edad Media; a su uso como dehesa dedicada a la ganadería extensiva, lo que habría favorecido la conservación de algunos restos arqueológicos; o a la enorme importancia representativa de un espacio que fue sede del gobierno califal y residencia del soberano más poderoso del Occidente durante el siglo X, que Fernando III de Castilla reservará como propiedad real tras la conquista de Córdoba en 1236, y que servirá a Felipe II como dehesa de yeguas para el desarrollo del proyecto de creación de una raza de caballo español.

Para intentar corroborar o desmentir estas ideas preconcebidas, teníamos que rastrear una gran cantidad de fuentes, históricas y geográficas. Para la parte histórica, ha resultado de enorme interés la documentación generada por los pleitos de fines del siglo XV y comienzos del XVI. A través del estudio de estos problemas, pero sobre todo de los antiguos documentos presentados por las partes en defensa de sus intereses y de las declaraciones de los testigos, hemos podido obtener una información rica y muy variada: sobre la evolución de la propiedad, sobre los cambios en los aprovechamientos agrarios (sobre lo que se puede consultar un artículo previo), e incluso sobre el estado de las infraestructuras (caminos, puentes, acueductos...) y de los restos de la antigua ciudad califal.

En resumen, es cierto que nos encontramos en un espacio de extraordinaria importancia para la ciudad. Pero que no fue una extensa dehesa dedicada exclusivamente a la ganadería extensiva y que, aún a comienzos del siglo XVI, los restos conservados de la ciudad eran mucho más de lo que siempre habíamos pensado. El paisaje de la falda de la sierra cordobesa era, a fines de la Edad Media, muy variado. Poco a poco se han ido poniendo en explotación las tierras, dedicando a las rentables huertas (de hortalizas y frutales) aquellas zonas que cuentan con suelo y agua abundante, a través tanto de los arroyos como de antiguas infraestructuras hidráulicas califales que en la segunda mitad del siglo XV están siendo sistemáticamente reparadas; las zonas intermedias aparecen salpicadas de olivares y viñedos; finalmente, sólo las áreas menos ricas se dedican a los aprovechamientos ganaderos.

Respecto a los restos conservados de la antigua Madinat al-Zahra, convertidos en la cantera de Córdoba la Vieja, a inicios del siglo XVI eran más importantes de lo que pensábamos. Es cierto que ya llevaban varios siglos sirviendo para obtener sillares con los que construir la Colegiata de San Hipólito (Siglo XIV) o el Hospital de San Sebastián (Siglo XV). Pero hasta las primeras décadas del siglo XVI apenas se ha extraído piedra del interior de la antigua ciudad, centrándose las labores de recuperación de materiales de construcción en las infraestructuras exteriores (puentes, caminos, acueductos...). La situación la describen de forma elocuente algunos de los testigos presentados en los citados pleitos. Algunos nos hablan de la muralla de la ciudad, dándonos la impresión de que aún se encontraba en pie y reconocible. Otros testigos nos hablan de muralla y adarve que separan la antigua ciudad de su ejido. Finalmente, uno de ellos nos ofrecerá un impagable testimonio cuando cuenta que, de niño, solía ir a cuidar ganados a la zona de Córdoba la Vieja, y que para proteger el hato del sol o de la lluvia, entraba por un portillo de la muralla y lo dejaba en "el edifiçio" de Córdoba la Vieja.

En definitiva, hemos podido localizar una documentación que nos permite conocer mejor el proceso que llevó a la antigua ciudad califal a convertirse en unas ruinas conocidas como "Córdoba la Vieja". Una zona que sería la elegida como dehesa de yeguas de las Caballerizas Reales de Córdoba, lugar de origen por lo tanto del caballo español; que se transformaría en las primeras décadas del siglo XX con la creación del Canal del Guadalmellato, que permite la puesta en riego de extensas áreas; que llegó a ser una zona significativa durante la Guerra Civil, al albergar un campo de prisioneros; y que, finalmente, llega a estos comienzos del siglo XXI en el mejor camino para que se le reconozca su carácter de Patrimonio de la Humanidad.

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