jueves, 15 de septiembre de 2011

La falda de la sierra cordobesa en la Baja Edad Media

Dibujo de la Albaida (S. XVII). Arch. Chancillería de Granada, MPD, 128


Y desde la ciudad se ve la Albaida,
Entre encinas y olivares verdinegros
Al pié de la sierra alta, coronando
Un pardo risco entre apacibles huertos.

De esta forma describía poéticamente el Duque de Rivas en el siglo XIX la visión que desde Córdoba se tenía de la zona más cercana de la falda de la sierra. Una imagen que no sería muy diferente a la que ofrecería este espacio a fines del siglo XV. Porque, contra lo que tradicionalmente se viene manteniendo, la falda de la sierra cordobesa no fue durante la Baja Edad Media un paisaje adehesado dedicado exclusivamente a la ganadería extensiva. Viñedos, olivares y huertas de alta productividad ocupaban un lugar destacado en este espacio fértil y cercano a la ciudad.

Acaba de salir publicado, en el número 9 de la revista que edita el Área de Historia Medieval de la Universidad de Córdoba (Meridies, revista de Historia Medieval) un artículo en el que intento aproximarme a un espacio cercano geográfica, económica y emocionalmente a la ciudad de Córdoba, pero cuya historia es casi completamente desconocida. De hecho, los escasos estudios publicados referidos a zonas integradas en este área (el Monasterio de San Jerónimo o el Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra especialmente) no nos ofrecen información sobre la evolución de la propiedad de la tierra o de los aprovechamientos agrarios entre los siglos XIII y XV. Y son aspectos de gran importancia. No en vano, Fernando III se reservó para sí dos de los enclaves más significativos (Córdoba la Vieja y La Arruzafa) y repartió entre 1236 y 1241 el resto de estas tierras entre sus familiares y los más destacados participantes en la conquista de la ciudad.

Recuerdo algunos buenos profesores de matemáticas que en sus clases intentaban transmitirnos una máxima evidente, pero fundamental y demasiadas veces olvidada: "cuando el resultado no sea lógico, es que el problema está mal resuelto". Y estoy convencido de que esta teoría tan "básica" debe aplicarse también al estudio de otras ciencias, entre ellas la historia.

Y la idea que se ha venido transmitiendo habitualmente sobre la falda de la sierra cordobesa entre los siglos XV y XVI no era lógica:
  • Sabemos que este espacio estaba fuertemente ligado a la ciudad en época califal, ocupándose con grandes almunias (una especie de grandes casas de campo con huertas, frutales...) propiedad de los personajes más destacados de la corte califal.
  • En 1236, con la toma de la ciudad por Fernando III, Córdoba se convierte primero en una posición avanzada en territorio musulmán, y muy pronto en la ciudad que articula la defensa de la frontera castellana. Desde el primer momento, uno de los mayores problemas es hacer llegar los "mantenimientos", es decir, abastecer tanto los mercados locales de la ciudad como las posiciones de frontera.
  • Tradicionalmente se nos ha presentado la falda de la sierra durante este período como una amplia extensión adehesada de dedicación exclusivamente ganadera.
Es decir: es una zona fértil, productiva y con gran tradición; una de las mayores preocupaciones del momento es conseguir alimentos para la ciudad y para la frontera (aceite, vino, hortalizas...); desde la conquista cristiana, esta zona se habría dedicado a ganadería extensiva de baja productividad. No es lógico. Y como no es lógico, posiblemente hayamos cometido algún error.

El estudio de la documentación conservada fundamentalmente en el Archivo Municipal de Córdoba, el Archivo de la Chancillería de Granada y el Archivo de Simancas nos ofrece una visión de estas tierras muy diferente a la idea preconcebida de que se trata de extensas dehesas ganaderas. Ya entre 1236 y 1241, cuando se está organizando defensiva, institucional y económicamente la ciudad, el reparto de tierras en esta zona entre los conquistadores pone de manifiesto el interés en mantener, o incluso reactivar, las producciones agrícolas. Y se intenta en primer lugar con dos cultivos que ya eran tradicionales en estos lugares, que son muy necesarios para abastecer a la ciudad y a los puntos avanzados de frontera, y que requieren escasa mano de obra: viñedos y olivares. Sin olvidar las ricas huertas que aprovechan manantiales y arroyos que bajan de la Sierra.

A lo largo del siglo XIII, la inseguridad debido a la cercanía de la frontera y, sobre todo, las dificultades para la repoblación, para que nuevos pobladores se asienten de forma estable en la ciudad, dificultarán el aprovechamiento de todas las posibilidades agrícolas que ofrece este área. Será a partir de mediados del siglo XIV y, sobre todo, a lo largo del siglo XV, cuando huertas y frutales se extiendan para aprovechar las tierras más fértiles. Así, durante la segunda mitad del siglo XV encontramos referencias a numerosas obras de reparación o reforma en antiguas infraestructuras hidráulicas, reaprovechándose albercas, acueductos y conducciones (a veces de origen romano y en otras ocasiones construcciones de época califal) para extender los cultivos hortofrutícolas.

Cuando acaba la Edad Media, la falda de la sierra no llega a parecerse a ese "paraíso de almunias" existente en el siglo X. Pero tampoco se parece en nada a ese secarral ganadero que algunas veces habíamos imaginado. En el artículo (que podéis leer desde esta entrada o a través del enlace que integro en la pestaña "publicaciones") analizo en primer lugar la ordenación del espacio y la evolución de la propiedad de la tierra, para pasar a continuación a estudiar la evolución del paisaje y de los aprovechamientos económicos. Aquí lo tenéis para quien tenga curiosidad, recién salido de imprenta.

La Falda de La Sierra

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