domingo, 11 de noviembre de 2012

José Ortiz en la Fundación PRASA

Reseña publicada por Diario Córdoba


El pasado miércoles 7 de noviembre, José Ortiz estuvo en la sede de la Fundación PRASA para hablarnos del Museo Antonio Rodríguez Luna de Montoro, quizá uno de los centros museísticos menos conocidos de nuestra provincia. La ciudad de Montoro cuenta con un importante patrimonio histórico. Su situación geográfica convirtió este enclave en un lugar privilegiado, que nace como núcleo de población en la Prehistoria y mantiene su importancia hasta nuestros días. Toda esta historia está condensada en el Museo Municipal que dirige José Ortiz.

El Museo Municipal cuenta con dos colecciones claramente diferenciadas, que desde el primer momento ocupan dos edificios distintos: el Museo Arqueológico y el mongográfico sobre la obra del pintor Antonio Rodríguez Luna. Recientemente, la sección arqueológico modificó su nombre para pasar a denominarse Museo Arqueológico Municipal Santiago Cano y Consuelo Turrión.

Tras comentar brevemente estas cuestiones, el conferenciante pasó a desgranar la historia de la sección artística, creada por donación del propio autor con la intención de crear un museo con su obra en su localidad natal. Y continuó situando a Antonio Rodríguez Luna (1910-1986) en su contexto histórico y artístico: su formación como becado del Ayuntamiento en la escuela de Bellas Artes de Sevilla, su participación en los grupos de artistas políticamente comprometidos durante la II República y la Guerra Civil, su salida al exilio mejicano (por mediación de artistas de primera talla, como Picasso), su paso durante un bienio por la Fundación Guggenheim de Nueva York, sus relaciones con los grandes artistas e intelectuales españoles del exilio americano, su vuelta a España en 1976 y su instalación definitiva en su localidad natal al recuperarse la democracia.

Comentó José la peculiar instalación de este pequeño museo, cuya precaria museología fue diseñada, ejecutada y montada por el propio hijo del pintor. Y en el que cuelga una colección que Rodríguez Luna entregó al Ayuntamiento de Montoro para disfrute de todos los vecinos de su pueblo natal. El espacio es pequeño, con problemas de humedad a duras penas paliados por deshumidificadores que trabajan constantemente, y de él no pueden salir las obras ni siquiera para trabajos de conservación o restauración. Porque así lo estableció el pintor en el documento notarial de cesión al Ayuntamiento.

Hoy, estas cláusulas nos plantean graves problemas. Sabemos que sería conveniente que las obras pudieran salir a exposiciones temporales, o para su restauración; que posiblemente el ingreso de otros materiales serviría para contextualizar la obra expuesta; que quizá convendría plantearse cambiar la sede por otro edificio que contara con mayores posibilidades de establecer un programa de conservación preventiva. Pero nada de esto puede hacerse, porque está expresamente prohibido en el documento notarial de cesión de la obra.

Y tenemos que ponernos en situación para entenderlo. Intentar explicarnos qué estaba pensando un artista que tuvo que salir del país perseguido por sus ideas, pasar casi 40 años en el exilio y volver sólo cuando había muerto el dictador. Volver para ver a sus paisanos, a todos sus paisanos, disfrutar de su pintura en una ermita recuperada para ello. Volver para dejar un último deseo de conservación y transmisión de la cultura, de la ermita barroca, de su pintura contemporánea. Un rojo defendiendo también la ermita. Y mientras hablábamos de estos temas no pude dejar de recordar la polémica del traslado del Guernica a España. Porque Picasso quería que fuese al Prado y a ningún otro lugar. Para garantizar su disfture por todos los españoles.

Realmente, tiene que ser muy duro haberse visto obligado a pasar los mejores años en el exilio forzoso. Y estos dos artistas, optimistas por naturaleza y por convencimiento estético, no terminaban de fiarse. Por eso tuvieron que cambiarse papeles para que el Casón, y luego el Reina Sofía, fuesen el Prado. Y por eso la ermita  barroca de San Jacinto nos ofrece hoy la posibilidad de disfrutar de parte de la última obra de Antonio Rodríguez Luna.

Parafraseando lo que se dice de los libros, podemos afirmar que en toda conferencia podemos aprender algo nuevo. En el caso de la charla que nos ofreció José Ortiz fue mucho, muchísimo lo que aprendimos. Y, aún más allá, nos incitó a seguir haciéndolo. Para lo que, naturalmente, tenemos pendiente volver a Montoro. Volver al Museo del pintor Antonio Rodríguez Luna.

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