martes, 25 de septiembre de 2012

Leyendas e historia: sobre la Virgen de Luna - y II.

Dehesa de la Jara. Foto: MTB - Los Pedroches.
[Viene de la entrada anterior]

Si es cierto que Pedroche perdió sus derechos en torno a la Virgen de Luna en algún momento, este hecho debió de producirse hacia mediados del siglo XVI. Una vez delimitado el tiempo, debemos centrarnos en el espacio. ¿Dónde se sitúa geográficamente esta leyenda? El santuario de la Virgen de Luna está dentro de la dehesa de la Jara, en el quinto llamado de Navarredonda. La Dehesa de la Jara, Ruices y Navas del Emperador pertenecía al término común de la ciudad de Córdoba, y era directamente controlada desde los concejos de las villas realengas de la comarca, Gahete (Belalcázar) y Pedroche. Con la señorialización de Gahete en 1444, será Pedroche el único concejo encargado del control de la dehesa y, lo que no es menos importante, el beneficiario único de sus frutos.

El nacimiento y crecimiento de diferentes aldeas en el entorno de Pedroche durante el siglo XV no tendría por qué ocasionar cambios hasta que algunas de ellas comienzan a independizarse de la villa matriz y formar concejos autónomos. Cuando Torremilano y muy pronto Pozoblanco, Torrecampo, Alcaracejos y finalmente Añora y Villanueva de Córdoba consiguen su total autonomía, hay algo importante que está cambiando. Porque, aunque el titular legal de la Dehesa de la Jara había sido durante toda la Baja Edad Media el concejo de la ciudad de Córdoba, en la práctica las tierras habían sido administradas desde el único concejo del entorno, el de Pedroche. La creación de esos nuevos concejos dependientes no ya del de Pedroche, sino directamente de la ciudad, les convierte en instituciones situadas al mismo nivel jurídico que el concejo de la villa matriz. ¿Quién mandará, a partir de ahora, en la dehesa de la Jara? Y, con ella, ¿quién ostentará a partir de ahora la titularidad de las tierras en las que se asienta la ermita de la Virgen de Luna? ¿Pedroche, en función de los antiguos derechos adquiridos, o los nuevos concejos de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba, por estar situada entre estas dos poblaciones ahora convertidas en villas independientes?

Contra lo que podríamos imaginar, no llegó a plantearse la necesidad de realizar una delimitación de los términos municipales de cada una de las villas, sino que se estableció un sistema de explotación mancomunada: los concejos se reúnen periódicamente en la ermita de Piedrasantas (Pedroche) para repartir yerba y frutos de la dehesa, celebrándose además cuantas reuniones extraordinarias fueran necesarias para dirimir problemas concretos que pudieran surgir. La dehesa era explotada conjuntamente por las ahora llamadas Siete Villas (Pedroche y seis de sus antiguas aldeas, ya independientes), por más que cada una de ellas pusiera un interés especial en la zona más cercana, que solía ser aprovechada preferentemente por sus vecinos. Este proceso puede conocerse mejor a través del recién creado Centro de Interpretación de las Siete Villas de Los Pedroches, al que dediqué una entrada hace unos meses.

Ermita de la Virgen de Luna. Foto Ayto. Pozoblanco
La ermita de la Virgen de Luna estaba, por lo tanto, en el antiguo término de Pedroche, que tras la independencia de las aldeas se mantuvo como término común de las Siete Villas de Los Pedroches. Y, por su situación, en una zona de confluencia de los intereses de los vecinos de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. La ruina en que se encontraba el santuario a fines del siglo XVI nos indica que necesariamente debía de existir antes de la concesión a Villanueva del privilegio de villazgo con el que se independiza de Pedroche. Y, aunque no tenemos datos para afirmarlo con rotundidad, todo parece indicar que este lugar de culto existía como tal antes de la independencia de Pozoblanco, y muy probablemente incluso antes de los inicios del siglo XV, fecha que tradicionalmente se admite como la de su origen.

El santuario de la Jara, por lo tanto, habría pertenecido a la villa de Pedroche y a sus vecinos, entre los que estaban los habitantes de las aldeas dependientes. Sería una de las ermitas rurales secundarias de una población que contaba con Nuestra Señora de Piedrasantas como lugar principal de culto mariano. En este contexto, podemos entender (aunque repito que sin tener documentos que lo demuestren fehacientemente) que los vecinos de Pozoblanco y Villanueva, cuando comienzan a luchar por la independencia de sus aldeas -con la consiguiente formación de un espíritu local propio y diferenciado- pongan sus miras en un centro religioso que no sólo dotaría a estos nuevos concejos de un importante elemento identitario que los diferencia de Pedroche, sino también de un mayor control del territorio que les resulta de más interés.

Pozoblanco, y más adelante Villanueva de Córdoba, conseguirían la independencia de sus concejos respecto al de la villa de Pedroche, pero compartirían sus términos con ésta. Por lo tanto, el santuario de la Jara sería también común a las Siete Villas, permaneciendo ligado a la villa matriz desde la que se creó, Pedroche, y a las dos nuevas villas que, por cercanía, lo han asumido como propio, Pozoblanco y Villanueva.

No sabemos si fue un día de gran tormenta o no, pero lo cierto es que Pedroche, que indudablemente había tenido unos derechos iniciales sobre el lugar y por lo tanto sobre el culto, los fue abandonando. Quizá la tormenta sea el recurso narrativo, legendario, pero entre líneas aún se puede leer la historia: llegado un determinado momento, no muy lejano a los años centrales del siglo XVI, la Virgen de Luna pasa a ser compartida exclusivamente por Pozoblanco y Villanueva, poblaciones para las que se ha convertido en seña de identidad, ante la indiferencia de una villa de Pedroche para la que el lugar ha perdido el significado territorial que pudiera tener de antiguo. Y a partir de este momento se organizan aspectos fundamentales, que incluyen posiblemente la organización de unas cofradías militarizadas que parecen guardar semejanzas con el sistema de organización interna de los Tercios de Flandes.

La ermita de la Virgen de Luna, ya compartida por Pozoblanco y Villanueva, seguirá siendo un símbolo de identidad local y de control del territorio. No en vano, las frecuentes disputas entre los dos pueblos en torno al santuario y a la propiedad de la imagen están directamente relacionadas con las tradicionales diferencias en el modo de reparto de los lotes de la dehesa. Pero eso ya es otra historia que merece un espacio aparte.

Los "hermanos". Foto Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico

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