jueves, 13 de septiembre de 2012

Leyendas e historia: Hamelín - I

Hamelín. "La casa del flautista" (como toda Alemania, en obras)


Este verano he tenido la posibilidad de conocer Hamelín, una bonita ciudad de la Baja Sajonia integrada, naturalmente, dentro de la "ruta de los cuentos de Hadas". Buscábamos al flautista, por supuesto, y lo encontramos: en todos los folletos, en la oficina de turismo, en las tiendas de recuerdos, en las tazas de las cafeterías...  En Hamelín, el flautista cuenta con su estatua y con su museo. No podía ser de otra forma.

En el siglo XIX, los hermanos Grimm recogieron una leyenda tradicional para convertirla en uno de los más conocidos cuentos infantiles en todo el mundo. Contaban cómo, en un tiempo remoto, una plaga de ratas asolaba el pueblo de Hamelín, sin que los miembros del Consejo Municipal supieran cómo poner fin al problema. Cuando más desesperados estaban, apareció un curioso personaje que prometió librar al pueblo de la plaga a cambio de una fuerte recompensa. No lo dudaron los capitulares, y quedaron muy sorprendidos al comprobar cómo el excéntrico personaje contaba con un único instrumento que le permitiría lograr su hazaña: una flauta.

El flautista, en Hamelín.
La música que salía de esa mágica flauta encandiló a los roedores hasta el punto de seguir sin dudar al flautista que, arrojándolos al río, consiguió su total exterminio en la ciudad. Pero tras la celebración de su hazaña, los señores capitulares no cumplieron con su promesa (estos cuentos populares siempre dejan mal a los señores capitulares...), y el enfadado flautista urdió un terrible plan de venganza. Haciendo de nuevo sonar la flauta, hipnotizó a todos los niños, que le siguieron fuera de Hamelín para no volver jamás. Desde ese momento, en la triste Hamelín sólo quedó un niño que, debido a su cojera, no había podido seguir al flautista.

Aunque, como he dicho, fueron los hermanos Grimm quienes popularizaron universalmente esta historia, su origen es mucho más antiguo. Diferentes noticias escritas a partir del siglo XVI nos describen una vidriera que decoraría con la escena del flautista y los niños la iglesia de Hamelín en el siglo XIV. De fines del siglo XVII es una inscripción que copia una supuesta mención documental del siglo XIV, en la que se alude a la fecha exacta de la salida de los niños de Hamelín: el 26 de junio de 1284.

A partir de inicios del siglo XVI se multiplican las menciones documentales e inscripciones alusivas a la pérdida de los niños.Sin embargo, parece ser que el tema principal de la leyenda medieval estaría circunscrito al flautista que se lleva a los niños, siendo la primera parte (la de la plaga de ratas) un añadido del siglo XVI. Es decir, la historia que nos han transmitido los hermanos Grimm consiste en la yuxtaposición de dos historias diferentes: la de los cazadores de las temibles ratas, transmisoras de la peste, y la de la pérdida de los niños de Hamelín, raptados por el flautista.

Si consideramos que sólo es un cuento, al menos tendremos que reconocer que se trata de la reelaboración moderna de una leyenda medieval. Y aún en tal caso, podríamos preguntarnos ¿influyó de alguna forma la realidad histórica en la configuración de la leyenda?

En diferentes ocasiones me ha sorprendido cómo detrás de algunas leyendas se esconden, convenientemente deformadas, realidades históricas. Recuerdo que hace ya algunos años, cuando estaba analizando documentos para mi tesis doctoral,  me sorprendió enormemente una frase pronunciada en un bar al final de eso que en Pozoblanco llamamos aparcería: "Como dijo el alcalde de Obejo, quien quiera justicia que venga pronto, que me voy a arar".

A través de la documentación del siglo XV, a mí no me extrañaba encontrar noticias sobre un alcalde impartiendo justicia, pues esa era una de sus funciones principales en el municipio del Antiguo Régimen, cuando no existía la separación de poderes. También estaba habituado a detectar cierta mofa, por parte de los miembros del cabildo de la ciudad de Córdoba, al referirse a algunos oficiales concejiles de pueblos y aldeas que se dedicaban a actividades entendidas como poco "nobles", como agricultura y ganadería. Pero de ahí a oir en directo una expresión como esta en el bar de Faustino, hay un gran trecho. Principalmente, porque casi doscientos años después, en el lenguaje oral se mantienen dichos populares que hoy resultan incomprensibles (porque hace casi dos siglos que los alcaldes no imparten justicia). Un dicho popular, escuchado en un bar, me demostraba cómo la tradición oral puede llegar a tener más importancia de la que habitualmente le damos. Una realidad histórica, en este caso no demasiado desnaturalizada, se escondía detrás de este dicho popular. ¿Sucedería algo parecido en el caso de la historia del Flautista de Hamelín? Aún sin poder afirmarlo con total certeza, yo creo que sí.

[continúa en la siguiente entrada]





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